Historia

Sexo, asesinato e ilustración: la asombrosa vida de Catalina la Grande

Nació siendo la princesa Sophie Friederike Auguste von Anhalt-Zerbst-Dornburg, hija del príncipe Christian y la princesa Johanna de Anhalt-Zerbst. Con un poco de ayuda de su ambiciosa y entrometida madre y mucha ayuda de su propio ingenio y su asombrosa belleza, Catalina se convirtió en la zarina regente del Imperio Ruso.

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Esta increíble acaparación de poder no es más que el telón de fondo de su fascinante y escandalosa vida a lo largo de 67 años. Aquí tienes 35 datos asombrosos que tal vez no conozcas sobre Catalina la Grande.

Conoció a su esposo a los 10 años

Es posible que te parezca bastante desagradable que el esposo de Catalina la Grande, Pedro III de Rusia, fuera su primo segundo, pero eso no es nada comparado con la edad que tenía Catalina cuando se la presentaron como posible esposa. Con solo 10 años, Catalina, o la princesa Sofía, como se la conocía por aquel entonces, fue enviada por su madre a conocer a Pedro. La niña lo odió de inmediato.

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Pedro era enfermizo e infantil incluso para un niño de 11 años, y ya estaba empezando a tener un problema con la bebida. Catalina era a la vez un poco chicazo y una belleza venerada. Aun así, Pedro era el heredero del Imperio Ruso, por lo que en 1745, tan pronto como cumplió 16 años, Catalina se casó con el niño repelente, tal como esperaban las madres de ambos. Catalina se lanzó a aprender ruso, decidida a ser algo más que la “esposa de Pedro” en la corte rusa.

Su primera vez no fue con su esposo

La falta de interés de Catalina en su nuevo esposo era tan aguda que casi de inmediato comenzó una aventura con un hombre mucho más atractivo y guapo llamado Sergei Saltykov, un oficial de la corte real. Su infidelidad fue algo más que una aventura normal y corriente: la propia Catalina afirmó más tarde que el primer hombre con el que se había acostado había sido Saltykov, no su esposo.

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Cuando nació su primer hijo, al que llamó Pablo, Catalina afirmó que era de Saltykov y no de Pedro. Desde entonces, los historiadores han argumentado que Pablo tenía un aspecto demasiado corriente para haber nacido de padres tan atractivos como Catalina y Saltykov, y basándose solo en eso, concluyeron que era mucho más probable que tuviera el ADN de Pedro. Pedro tampoco se mantuvo precisamente fiel a su esposa y se sabía que estaba tan enamorado de su querida Elizaveta Vorontsova que casi se divorcia de Catalina para casarse con ella.

Una aflicción muy fría

“Dios sabe de dónde obtiene mi esposa sus embarazos”, comentó Pedro cuando se reveló que Catalina estaba embarazada de su segundo retoño. Con esta afirmación, dejaba claro que, quienquiera que fuera el padre, Pedro creía firmemente que no era él. Resultó ser una niña, a la que le pusieron el nombre de Anna, pero solo vivió 14 meses y murió en marzo de 1759.

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Catalina dejó entrever una parte de su personalidad con la forma en que manejó la pérdida de su primera hija. En lugar de mostrar algún signo externo de tristeza, Catalina dio la sensación de seguir adelante con su vida, casi sin volver a nombrar a la niña.

Catalina depuso a su propio esposo

Pedro III se convirtió en zar de Rusia el 5 de enero de 1762. Pero el 9 de julio de ese mismo año, su reinado terminó. No terminó a causa de una enfermedad, la muerte, una guerra o una revolución. Terminó porque su esposa puso en marcha un complot diabólico y decisivo contra él. Desde el principio, Pedro fue descrito como “excéntrico” por aquellos que pretendían ser amables con el zar, mientras que Catalina simplemente lo tachaba de “idiota” y “borracho”.

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Catalina se aseguró el apoyo de todo aquel que estuviera dispuesto a convertirla en zarina en caso de que algo le sucediera a Pedro. Como no tenía ninguna intención de dejar la última palabra en manos del destino, Catalina organizó el final del reinado de Pedro corriendo hacia un regimiento de soldados, angustiada e indefensa, rogándoles que la salvaran de su “esposo desquiciado”.

Los soldados hicieron lo que se les ordenaba. Mientras tanto, Catalina se dirigió a una reunión que ya había acordado con el clero, que estaba esperando para que jurase su cargo de zarina reinante.

¿Una asesina?

Pedro III murió el 17 de julio de 1762, ocho días después de haber sido destituido por la fuerza y obligado a abdicar públicamente en favor de su propia esposa. En ese momento, estaba cautivo en el palacio de Ropsha y el informe de su autopsia reveló que el zar había sufrido un derrame cerebral y un caso severo de cólico. Pronto surgieron rumores que sugerían que alguien pudo haber ayudado a morir a Pedro de una manera mucho más deliberada, una teoría que hoy en día es apoyada por numerosos historiadores.

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Se cree que el asesino de Pedro fue un cortesano llamado Alexey Orlov, cuyo hermano había sido amante de Catalina. Se debate si Orlov actuó solo o siguió instrucciones de Catalina, pero el resultado final fue el mismo. Pedro III estaba muerto y Catalina la Grande era zarina de Rusia.

Ninguna vergüenza

Aunque la legitimidad de los dos primeros hijos de Catalina, Pablo y Anna, fue cuestionada pero nunca confirmada, en los orígenes del tercero no había duda alguna. Durante su conspiración para la destitución final de Pedro, Catalina ya estaba embarazada y el niño nació en abril de 1762, solo unos pocos meses antes de que Catalina se hiciera con el poder.

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Presumiblemente, y sabiendo lo que se avecinaba, Catalina no vio ninguna razón para ocultar a nadie la identidad del padre de su nuevo bebé. El niño se llamó Aleksey en honor al hombre que pronto se convertiría en el principal sospechoso de la muerte de Pedro III: Alexey Orlov, padre indiscutible del niño y hermano del amante de Catalina, el conde Grigory Orlov.

Reina de la ostentación

Catalina era una mujer de gustos opulentos y le encantaba mostrar su poderío con un poco de lujo. El ejemplo más obvio es el encargo de la que pasaría a ser la corona imperial oficial de Rusia. Esta corona increíblemente decorada estaba inspirada en la corona del legendario Imperio bizantino, y estuvo en uso hasta la caída de la dinastía Romanov a principios del siglo XX.

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Catalina también fue la responsable de la famosa Cámara de Ámbar del palacio de Catalina, un lujoso salón decorado con pan de oro y espejos que fue desmantelado durante la Primera Guerra Mundial y reconstruido a finales del siglo XX. La sala original estaba considerada por algunos como la Octava Maravilla del Mundo.

Asesina a sangre fría

Tal vez Catalina la Grande ordenó el asesinato de su esposo o tal vez no, pero no cabe ninguna duda que fue la responsable de al menos otra muerte. Iván VI tenía 23 años y muchos pensaban que era un pretendiente legítimo para suceder a Pedro III como zar, a pesar de que desde los seis meses de edad había vivido encerrado.

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La justificación dada para el encarcelamiento de Iván había sido su locura, pero lo más probable era que la madre de Pedro III, la zarina Isabel, lo viera simplemente como una amenaza, y eso mismo pensó Catalina. Catalina, sin embargo, llevó las cosas más lejos e hizo matar a Iván durante un golpe de estado fallido solo dos años después de su ascenso al trono.

Ponía a prueba a sus amantes

Catalina tuvo numerosos amantes, tanto durante su matrimonio con Pedro como después de su muerte en 1762, pero no se llevaba a la cama a ningún hombre que no hubiera demostrado sus habilidades amatorias. Antes de acceder a acostarse con un hombre nuevo, Catalina insistía en que primero se encamara con su dama de compañía, la condesa Praskovya Bruce.

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Después de probar la mercancía, Bruce hacía una crítica de su satisfacción a Catalina, y esta usaba la información para decidir si se acostaba con él o no. No está claro cómo se sentía Bruce con este arreglo, pero al final fue la causa de su abandono de la corte. Cuando en 1779 Catalina sorprendió a uno de sus amantes otra vez con Bruce, los exilió a ambos de inmediato.

Una app humana para las citas

Catalina usaba a la condesa Praskovya Bruce para probar las habilidades en el dormitorio de sus nuevos amantes, pero ese no era el único elemento del sistema de selección de la zarina. Después de cansarse de su amante Grigory Potemkin, lo mantuvo a su servicio como “arreglador de citas” para futuras relaciones. Potemkin seleccionaba y refería posibles amantes a Catalina en función de su inteligencia y apariencia, como una app humana de citas.

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A cambio, Potemkin siguió gozando del favor de la corte de la zarina. No fue el único que recibió este tratamiento positivo tras mantener una relación con Catalina. Nunca era desagradecida, y solía promover sus conquistas a rangos más altos y luego los premiaba con tierras y siervos cuando se retiraban de la corte. Parece que amar a la zarina era una estrategia profesional inteligente, además de romántica.

Sin zar

Aunque disfrutó de numerosísimos amantes a lo largo de su reinado, Catalina la Grande nunca se volvió a casar, al menos no oficialmente. Permanecer viuda fue algo deliberado, ya que volver a casarse habría significado correr el riesgo de tener que compartir el poder con su esposo, o tal vez incluso entregárselo.

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De la misma manera, Catalina se negó a tomar el camino habitual de compartir el poder con su hijo mayor, Pablo, a quien en gran medida trataba como alguien intrascendente. Cuando Pablo tuvo su propio hijo, Catalina incluso comenzó a intrigar para que su nieto se convirtiera en el heredero oficial del imperio, saltándose los derechos de Pablo.

En el amor y en la guerra

Catalina la Grande no fue ni de lejos una gobernante ociosa. Libró muchas guerras, expandió significativamente el imperio y trajo la ilustración a Rusia, fomentando la arquitectura de estilo clásico y modernizando sus ciudades.

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Catalina también disfrutó del botín de las guerras a esa manera tan personal suya. Se sabe que sedujo a varios jefes militares de alto rango, como el príncipe Platon Zubov (más adelante volveremos a hablar de él). Cuando tenía a estos hombres en su cama, los sondeaba en busca de consejos estratégicos para ayudarla a gobernar con éxito el imperio y la expansión lograda en el campo de batalla.

De tal madre, tal hija

De la misma forma que su madre había urdido su matrimonio con Pedro, Catalina trató de conseguir un marido poderoso para su nieta Alexandra. Catalina tenía la idea de fortalecer los lazos entre Rusia y Suecia concertando el matrimonio entre Alexandra y el rey Gustavo IV de Suecia.

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Catalina organizó un lujoso y carísimo baile de compromiso para los futuros esposos, pero, para su vergüenza, Gustavo no se presentó en la fiesta. Al parecer, se puso nervioso al pensar que Alexandra tal vez no se convertiría a su religión y decidió cancelar el compromiso.

Catalina aplastó las rebeliones

En 1773, once años después de que Catalina la Grande se hiciera con el poder del Imperio ruso, tuvo que enfrentarse a una larga rebelión de un grupo de campesinos liderados por Emelyan Pugachev. Si tener que aplastar la revuelta campesina no era ya bastante irritante para Catalina, escuchar que su líder afirmaba ser la reencarnación de Pedro III era ir demasiado lejos.

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Aplastó la rebelión con gran fuerza, capturó a Pugachev y lo colgó en una jaula como advertencia para todos. Luego lo hizo decapitar y descuartizar para asegurarse que el mensaje llegaba alto y claro a todos los rincones del imperio.

Ponía y quitaba reyes

Uno de los amantes favoritos de Catalina la Grande fue un aristócrata polaco llamado Estanislao Poniatowski. Cuando el rey Augusto III de Polonia murió a finales de 1763, Catalina se encargó de que Estanislao fuera elegido para reemplazarlo: le regaló la corona de Polonia.

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Lamentablemente tanto para Catalina como para Estanislao, este se dedicó a hacer campaña por las reformas y la independencia de Rusia. Sus planes disgustaron a Catalina, que lo obligó a abdicar. Compartir la cama de la zarina rusa podía dar lugar a grandes recompensas, pero era importante recordar que también tenía el poder de arrebatártelo todo.

El Petit Hermitage

Catalina no se avergonzaba de disfrutar de la compañía de los hombres, pero también era una aristócrata y sabía cómo comportarse. No era bueno que la corte o los plebeyos vieran un flujo constante de hombres que se dirigían al dormitorio de la zarina en el Palacio de Invierno.

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La solución de Catalina fue construir el cercano Petit Hermitage, un nido de amor mucho más discreto. Tenía un dormitorio y la posibilidad de hacer entrar y salir a los amantes de una manera mucho más sutil y discreta que en el palacio.

Era una convencida de la bondad de las vacunas

Durante el reinado de Catalina la Grande, comenzó a surgir la idea de la vacunación o inoculación contra algunas enfermedades, pero la población rusa era escéptica, por decir algo. Catalina no compartía estas dudas respecto a la vacunación y fue una gran defensora de vacunar a la población de la nación contra la viruela, uno de los mayores azotes para la salud de la época.

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Para lograr que el pueblo se vacunara, hizo algo más que hablar: Catalina y su hijo Pablo se dejaron vacunar por Thomas Dimsdale, un médico inglés. Funcionó, y esa acción convirtió a Catalina en una verdadera pionera en la atención médica moderna para Rusia.

Los mantenidos

También se podría decir que Catalina la Grande fue pionera en la forma en que trató a su ejército de amantes. La historia está llena de ejemplos de hombres poderosos que mantienen harenes de mujeres, ya sea literalmente tomando varias esposas o simplemente manteniendo a las amantes en alojamientos convenientes para tenerlas siempre a mano.

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Catalina abordó el asunto de sus amantes de la misma forma. Cuidaba de todos los hombres que pasaban por su cama, siempre que entendieran las reglas. Ella era libre de actuar como quisiera, pero ellos debían serle leales y estar disponibles siempre que los necesitara. Esta forma de actuar era tan notoria que uno de sus amantes incluso se refería a sí mismo y a sus compañeros como “las mantenidas” de Catalina. Para la Rusia del siglo XVIII, es todo un ejemplo de feminismo radical.

Una asaltacunas

El apetito sexual de Catalina la Grande era incuestionable y se sabía que se había acostado con muchos hombres diferentes a lo largo de su vida, pero hay uno que quizás fuera el que levantó más ampollas. Una de sus conquistas de oficiales del ejército fue el príncipe Platon Zubov, a quien describió en cartas a Grigory Potemkin como “un moreno pequeño” y “nuestro bebé”, que “llora cuando se le niega la entrada a mi habitación”.

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La elección del lenguaje de Catalina es significativa cuando se pone en contexto, ya que Zubov tenía solo 22 años cuando fue por primera vez a la cama de Catalina, mientras que ella ya era una mujer de 60 años. Sorprendentemente, al menos para Potemkin, la relación entre Catalina y Zubov duró varios años.

La estrella del norte

La intimidad de Catalina con los hombres no se limitaba al contacto físico. Tenía un gran afecto por las mentes de los grandes pensadores de su tiempo. Era una gran lectora, y los escritores como el filósofo francés Voltaire encabezaban su lista de lectura. Disfrutaba tanto con las ideas de esos hombres que se esforzó mucho en conseguir que los nombres más prominentes de la época fueran invitados a Moscú para conocerlos mejor.

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Catalina mantuvo una correspondencia íntima con Voltaire durante 15 años, y el filósofo francés se refería a ella como “La estrella del norte” por sus logros en la modernización de Rusia. También entabló amistad con d’Alembert y Diderot, e invitó a este último a vivir bajo su protección en Rusia cuando se vio amenazado por el gobierno francés a causa de sus ideas.

La última mañana

Catalina la Grande murió repentinamente el 17 de noviembre de 1796. Esa mañana se había despertado como cualquier otro día, le dijo a una criada lo bien que había dormido y luego se puso a trabajar en el papeleo oficial. Poco después, la zarina se quedó a solas. Sobre las nueve de la mañana fue descubierta por un sirviente, desplomada en el piso de sus aposentos.

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Los relatos cuentan que la respiración de Catalina estaba muy alterada y su pulso era rápido e irregular. Se le había puesto la cara amoratada y era obvio que le sucedía algo grave. Poco tiempo después entró en un coma del que nunca más despertó.

Nunca se fue de Rusia

Tal vez pienses que, en algún momento de su vida, Catalina regresó a Prusia para visitar el hogar de su infancia. Sin embargo, desde el momento en que llegó a Rusia para casarse con Pedro hasta el día de su muerte, Catalina nunca salió del país. Rusia se convirtió en su hogar, quizás incluso en su prisión.

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Se creía que la ausencia de viajes al extranjero de Catalina se debía más al miedo de dejar Rusia desatendida que a no querer volver a ver a Prusia. Catalina había luchado con uñas y dientes para llegar al poder y no tenía intención de bajar la guardia y arriesgarse a que se lo arrebataran mientras estaba fuera del país. Se quedó donde estaba toda su vida de adulta para mantener el control absoluto.

Hábitos extravagantes en el dormitorio

No era solo la cantidad de personas que Catalina la Grande llevó a su dormitorio lo que hizo correr ríos de tinta en Rusia, sino también lo que se creía que hacía en el más privado de sus aposentos. Se decía que exigía satisfacción hasta seis veces al día y usaba el sexo como una forma de curar el insomnio.

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Se rumoreaba por los mentideros de la corte que Catalina guardaba una jaula en su habitación donde encerraba a su peluquero para ocultar a la corte que usaba peluca. Qué más cosas escandalosas sucedían en los aposentos personales de Catalina la Grande ha sido motivo de asombro durante más de 250 años.

Siempre sería una aristócrata

Gracias a su pasión por la modernización, el pensamiento radical y las artes, a Catalina la Grande se le suele atribuir el mérito de revolucionar Rusia y colocarla en pie de igualdad con las naciones ilustradas de Europa occidental. Hizo mucho para mejorar Rusia en esos temas, pero se detuvo deliberadamente antes de provocar una revolución. “Soy una aristócrata”, escribió una vez. “Es mi profesión”.

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Tal vez Catalina estuviera interesada en abrir las mentes de los ciudadanos rusos, pero no tenía ninguna intención de alterar el statu quo que le proporcionaba una vida de lujos y deseos fácilmente satisfechos. En lo que respectaba a Catalina, los pobres podían seguir siendo pobres y la aristocracia podía conservar el control. La verdadera revolución no llegó a Rusia hasta más de un siglo después de la muerte de Catalina.

En el fondo, una romántica

Muchos de los hechos de esta lista pintan a Catalina la Grande como una mujer promiscua con un gran apetito sexual que no conoce el fin. Eso puede ser cierto en parte, pero no lo es todo y ciertamente no es un reflejo justo de su personalidad. A fin de cuentas, Catalina simplemente estaba enamorada del amor y muchas de sus aventuras se transformaron en relaciones con un cierto grado de compromiso que se prolongaron durante meses e incluso años.

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“El problema es que mi corazón detesta permanecer ni siquiera una hora sin amor”, escribió una vez. Al ser la mujer más poderosa de Rusia, tenía recursos ilimitados para complacer esos impulsos románticos, y Catalina siempre estaba lista para dejarse llevar por el amor cuando surgía la oportunidad.

Sus últimos deseos

“El vestido de luto debe usarse durante seis meses, y no más; y cuanto más corto, mejor”, escribió Catalina la Grande antes de morir, indicando que no quería ver a Rusia sumida en el dolor y la pena cuando ella ya no estuviera.

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El documento, que fue encontrado por un ayudante en los últimos años de la vida de Catalina, también contenía deseos muy específicos sobre cómo se debía tratar su cadáver. “[Deseo estar] vestida de blanco, con una corona de oro sobre mi cabeza, y en ella se ha de inscribir mi nombre de pila”, ordenó.

Tuvo un funeral muy regio

Catalina la Grande conservó la corona, pero no su vestido. Su cuerpo fue colocado en un féretro forrado con tela dorada y su atuendo final fue un elegante vestido de brocado plateado. El féretro fue colocado en una plataforma especialmente diseñada y decorada para ella en la cámara de luto de la Gran Galería.

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“El cuerpo de la zarina permaneció durante seis semanas en una gran sala magníficamente decorada del palacio, que se mantuvo iluminada día y noche. Catalina yacía en una cama ceremonial rodeada por los escudos de armas de todas las ciudades de Rusia. Su cara se dejó descubierta y su mano de piel clara descansaba sobre la cama”, fue la descripción de Madame Vigée Le Brunen en sus memorias. Todo suena encantador, ¡hasta que uno imagina el estado de su cadáver tras seis semanas de personas que acuden a besar la mano en descomposición!

Con el tiempo, consiguió el heredero que deseaba

El legendario reinado de Catalina la Grande estuvo respaldado por dos gobernantes masculinos increíblemente impopulares. Pedro III había sido vilipendiado casi hasta el punto de la burla, y el zar Pablo I, hijo de Catalina, era igualmente detestado. Tanto es así que su reinado terminó apenas cuatro años y medio después de ascender al trono, estrangulado y pisoteado hasta la muerte por sus asesinos.

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A Pablo le sucedió Alejandro I, el nieto que Catalina siempre había querido para el trono. El reinado de Alejandro duró 24 años y fue casi tan largo como el de su abuela.

Era una gran aficionada al arte

Catalina la Grande compró una colección de arte a Federico II de Prusia. El rey había descartado algunas obras e intentaba deshacerse de lo que pensaba que eran pinturas sin ningún valor. Al final resultó que la colección incluía 13 Rembrandt originales que valían una fortuna.

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Animada por este éxito inesperado, Catalina se convirtió en una gran coleccionista de arte y reunió miles de pinturas a lo largo de su vida. También disfrutó coleccionando objetos de arte de todo tipo y reunió suficientes piezas para formar la base de lo que ahora es el Museo del Patrimonio en el Palacio de Invierno, más conocido como el Hermitage.

Tenía gustos muy marcados

Aunque Catalina la Grande coleccionaba obras de arte e impulsaba la “Ilustración” en público, también tenía una colección privada con un estilo muy determinado. La obra “Dos amantes” de Giulio Romano, una pintura que muestra a una pareja casi desnuda reclinada mientras una tercera persona los observa oculta en un armario, estaba colgada en el sótano de Catalina para su disfrute privado.

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Se dice que Catalina también tenía una “sala de juegos” o “gabinete erótico” lleno de muebles de naturaleza “sensual” con representaciones de órganos sexuales. Los soldados alemanes afirmaron haber descubierto la habitación durante la Segunda Guerra Mundial cuando asaltaron el Palacio de Invierno. Se dijo que se tomaron fotografías, pero desde entonces todo se ha perdido. Sugirieron que, mientras que Catalina interpretaba el papel de una dama digna y amante del arte en la planta de arriba, en el sótano todo era muy diferente.

A Catalina le encantaba que le hicieran cosquillas

Uno de los rumores más extraños sobre las inclinaciones de Catalina la Grande era su amor por las cosquillas en los pies. Se sabía que empleaba sirvientes a tiempo completo cuyo único trabajo era hacerle cosquillas en los pies para ayudarla a relajarse y también para estimular la excitación sexual.

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Sin embargo, Catalina no era la única que practicaba esta afición tan extraña, ya que las cosquillas tenían una larga tradición entre la nobleza rusa. Es posible que la zarina tuviera otras manías personales que entendemos menos, pero no se avergonzaba de que el mundo conociera esta en particular.

Su autopsia salvó su reputación

Cuando los médicos finalmente pudieron examinar tranquilamente el cuerpo de Catalina la Grande, determinaron la causa de la muerte y pusieron fin a algunos rumores bastante audaces sobre cómo había muerto. Las pruebas revelaron que, por una extraña ironía del destino, Catalina había muerto de un gran derrame cerebral, muy parecido al que se creía oficialmente que había matado a su esposo, Pedro III.

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No fue un final agradable, pero ciertamente muy diferente al que se había rumoreado en la corte nada más conocerse la muerte de Catalina. Los chismes que corrían por el palacio sugerían que Catalina había muerto tras intentar mantener relaciones sexuales con un caballo.

The Great

En 2020, el escritor australiano Tony McNamara convirtió la historia de Catalina la Grande —tanto lo que se conoce a ciencia cierta como los rumores— en una serie de comedia titulada The Great. La adaptación de su vida se centra en gran medida en el comportamiento sexual de Catalina, Pedro III y otros miembros de la corte real. Aunque la serie de McNamara no pretende tener una precisión histórica total, se basa en la verdad lo suficiente para mantenerse fiel a la historia de Catalina.

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En muchos sentidos, The Great ofrece una visión de hasta qué punto los logros de Catalina se han visto envueltos en falsas suposiciones y chismes. “Parecía que la vida de Catalina se había reducido a un titular lascivo sobre el sexo con un caballo”, declaró McNamara sobre sus descubrimientos durante la investigación para la serie. “Sin embargo, hizo cantidad de cosas asombrosas, fue una niña que llegó a un país que no era el suyo y se apoderó de él”.

También tenía otros talentos

Aunque son las historias de sexo, romance, guerra y cambio cultural las que dominan los relatos históricos de Catalina la Grande, también tenía otros talentos en campos mucho menos dignos de cotilleos y chismes. Catalina era una entusiasta jardinera y una fanática de los estilos y técnicas hortícolas de Inglaterra y China.

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“Ahora mismo adoro los jardines ingleses, las curvas, las suaves pendientes, los estanques en forma de lagos, los archipiélagos en tierra firme, y siento un profundo desprecio por las líneas rectas y las avenidas simétricas. Odio las fuentes que torturan el agua para obligarla a seguir un curso contrario a su naturaleza: las estatuas quedan relegadas a las galerías, los vestíbulos, etc. En otras palabras, la anglomanía es la dueña de mi plantomanía”, escribió Catalina a Voltaire.

La zarina también se dedicó a escribir, tanto sobre su propia vida como comedias. Sin embargo, despreciaba la música, refiriéndose a ella como “un ruido infernal”.

Una época inolvidable

A pesar de todas las verdades, rumores y falsedades sobre Catalina la Grande que han persistido en los siglos posteriores a su vida, no se puede negar su posición e impacto como gobernante. La “Era de Catalina” es considerada casi unánimemente como una edad de oro en la rica historia de la Rusia imperial.

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Prueba de ello es la longevidad del reinado de Catalina. Tras casi 35 años en el poder, Catalina se convirtió en la zarina con más años de servicio al país, un récord que se mantiene hasta el día de hoy. Solo Pedro el Grande, Iván III e Iván el Terrible han gobernado Rusia durante más tiempo.                                                                                 By Patrick Smithson

 

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