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A lo largo de la historia, dictadores, déspotas y demagogos han ascendido al poder ejerciendo el miedo, mintiendo y dividiendo a la sociedad. Desde los antiguos griegos y persas, pasando por tiranos como Gengis Kan y Vlad el Empalador, estos líderes han hecho que hombres corrientes cumplan sus brutales órdenes de invadir, saquear, torturar y masacrar.

El fascismo puede surgir en el seno de cualquier sociedad en la era moderna y actuar a través de la tecnología y el dinero sucio. Además de la desinformación habitual que trae aparejada, cimienta sus bases en el culto a sus líderes, quienes avivan las llamas del racismo y la xenofobia. Te invitamos a conocer cómo algunos de los gobernantes más bárbaros cuyas agendas fueron fuertemente marcadas por la muerte, encontraron su final a través de los milenios, en cuatro continentes diferentes. Como te podrás imaginar, la mayoría de ellos no se fueron en paz, lo que demuestra que, a veces, el karma existe.

Jerjes I

Jerjes el Grande, rey de Persia, fue el quinto Gran Rey del Imperio aqueménida, aunque es posible que lo recuerdes mejor por la icónica película de Zack Snyder, 300. Allí, se lo representó como un rey-dios de 2,5 metros de alto, con gusto por la ostentación. Sin embargo, en la historia, Jerjes I es famoso por su fallida invasión de Grecia, las pérdidas en Salamina y Platea, el aplastamiento de las revueltas en Egipto y Babilonia y la construcción de las ciudades de Susa y Persépolis. Jerjes partió en la primavera del 480 a.C. de Sardis con una flota y un ejército que, según el famoso historiador Heródoto, contaba con un millón de hombres y 10.000 guerreros de élite, llamados Los Inmortales… así que se podría pensar que seguramente habrá salido victorioso, ¿no?

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Ahora bien, si estás pensando que murió en la batalla de las Termópilas, donde una pequeña fuerza de 300 guerreros griegos dirigida por el rey Leónidas de Esparta venció a las fuerzas persas de Jerjes, mucho más numerosas, no fue así. En agosto del 465 a.C., su propio guardaespaldas, Artabano, asesinó a Jerjes con la ayuda de un eunuco, Aspamitres, posiblemente por orden de su hijo menor que reclamaba el trono. La quiebra por todas las guerras que emprendió su padre y el asesinato de Jerjes fue el principio del fin del Imperio aqueménida.

Julio César

Julio César tuvo una relación con Cleopatra, introdujo el calendario juliano, amplió enormemente el territorio romano invadiendo Gran Bretaña y construyó un puente de madera sobre el río Rin en sólo diez días. En Roma, formó el Primer Triunvirato, centralizó la burocracia de la República y acabó siendo proclamado “dictador perpetuo”, un cargo extraordinario y vitalicio. De hecho, gracias a él tenemos las palabras César, Zar y Kaiser como sinónimos de “Emperador”, ¿No es genial?

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Pero, de hecho, resulta que no todo el mundo pensaba que era genial. En los idus de marzo (el día 15 de ese mes) del año 44 a.C. llegó su final: César fue asesinado por un grupo de senadores rebeldes liderados por su mejor amigo, Bruto, y su cuñado, Casio, quienes lo apuñalaron 23 veces, hasta matarlo. ¿Quién necesita enemigos con amigos así, no? El heredero adoptivo de César, Octavio (más tarde conocido como Augusto), subió al poder y comenzó la era del Imperio Romano.

Vlad el Empalador

Siendo uno de los nombres más legendarios de esta lista, Vlad III es mejor conocido por ser la inspiración del Drácula de Bram Stoker. Recibió su apodo porque sus hombres saqueaban las aldeas sajonas y transportaban a los capturados a su región natal de Valaquia, donde Vlad los hacía empalar.

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El sultán otomano, Mehmed II, le ordenó a Vlad Drácula que le rindiera homenaje personalmente, pero a cambio hizo capturar y empalar a los dos enviados del sultán. En 1462, atacó el territorio otomano, masacrando a decenas de miles de turcos y búlgaros. Mehmed lanzó un contraataque contra Valaquia y Vlad se dirigió a Transilvania para pedir ayuda a Matías Corvino, rey de Hungría, pero éste lo hizo encarcelar. Finalmente fue liberado para luchar un día más, pero murió durante la batalla; su cuerpo fue cortado en pedazos y su cabeza fue enviada a su enemigo, Mehmed II. Tras su muerte, tanto rusos como alemanes inscribieron su nombre en el folklore, convirtiéndolo en una especie de hombre de la bolsa.

Oliver Cromwell

Considerado un defensor de la libertad por John Milton, un genio de la táctica militar por Winston Churchill y un dictador regicida por otros, por cada buena acción que Oliver Cromwell realizó, había algo en su haber que era sangriento y brutal. Luchó en la Guerra Civil inglesa, estableció la Commonwealth, dirigió un levantamiento monárquico e hizo ejecutar a Carlos I en 1649, y se autodenominó Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Las políticas de Cromwell acabaron con la vida de miles de personas en Irlanda y Escocia.

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Tanto si Cromwell era una fuerza del bien como del mal, murió a los 59 años en Whitehall, el 3 de septiembre de 1658, tras sufrir un envenenamiento de la sangre a causa de una infección urinaria. Fue enterrado con gran pompa tras una ceremonia fúnebre en la Abadía de Westminster. Pero ese no sería el final de su historia: su cuerpo fue exhumado tres años después, colgado con cadenas y decapitado. Sí, leíste bien: fue “ejecutado” tres años después de su muerte. Realmente tienes que haber hecho algo terrible para que te desentierran para matarte de nuevo… como quizás… ¡prohibir la Navidad!

Maximilien Robespierre

Como dijo el fiscal Harvey Dent en The Dark Knight: “O mueres como un héroe, o vives lo suficiente para verte convertido en un villano”. Eso es exactamente lo que le ocurrió a Maximilian Robespierre, se convirtió en un villano y fue ejecutado; se podría decir literalmente que “perdió la cabeza.

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Su objetivo era crear una Francia unida e indivisible, la igualdad civil ante la ley, abolir las prerrogativas y defender los principios de la democracia directa. Robespierre también contribuyó a acabar con la esclavitud. Pero su ferviente Reinado del Terror -una serie de masacres y ejecuciones- lo convirtió en el enemigo público número uno. Para colmo de males, prácticamente se consideraba a sí mismo un ser supremo. A pesar de ser una de las figuras más conocidas e influyentes de la Revolución Francesa, finalmente se encontró bajo la misma guillotina que tantas veces había usado en otros y fue decapitado el 19 de junio de 1794.

Nicolás II de Rusia

Nicolás II fue el último emperador de toda Rusia, gobernando desde 1894 hasta su abdicación forzada en 1917. Conocido en la Iglesia Ortodoxa Rusa como San Nicolás

A lo largo de la historia, dictadores, déspotas y demagogos han ascendido al poder ejerciendo el miedo, mintiendo y dividiendo a la sociedad. Desde los antiguos griegos y persas, pasando por tiranos como Gengis Kan y Vlad el Empalador, estos líderes han hecho que hombres corrientes cumplan sus brutales órdenes de invadir, saquear, torturar y masacrar.

El fascismo puede surgir en el seno de cualquier sociedad en la era moderna y actuar a través de la tecnología y el dinero sucio. Además de la desinformación habitual que trae aparejada, cimienta sus bases en el culto a sus líderes, quienes avivan las llamas del racismo y la xenofobia. Te invitamos a conocer cómo algunos de los gobernantes más bárbaros cuyas agendas fueron fuertemente marcadas por la muerte, encontraron su final a través de los milenios, en cuatro continentes diferentes. Como te podrás imaginar, la mayoría de ellos no se fueron en paz, lo que demuestra que, a veces, el karma existe.

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Grigori Rasputín se convirtió en su consejero, e incluso lo asesoró en cuestiones estratégicas y militares; el Monje Loco también predijo el fin de la dinastía Romanov. En 1917, Nicolás II se vio obligado a renunciar al trono tras 300 años de reinado de los Romanov y huyó a Ekaterimburgo para ponerse a salvo. Por orden de Vladimir Lenin, él, su esposa Alexandra y sus cuatro hijas e hijo fueron ejecutados por los bolcheviques. Su tumba (menos los cuerpos de su hijo Alexei y su hija María, que fueron encontrados en 2007) fue descubierta en 1979, y sus restos fueron enterrados en San Petersburgo en 1998, ochenta años después de su ejecución.

Enver Pasha

Ismail Enver Pasha fue un oficial militar otomano y líder de la Revolución de los Jóvenes Turcos de 1908. Se convirtió en el líder del Imperio Otomano tanto en las Guerras de los Balcanes (1912-13) como en la Primera Guerra Mundial. Fue aclamado en su país como “el héroe de la revolución”, y los europeos a menudo hablaban de la Turquía otomana como “Enverlandia”… pero no duraría mucho. Como ministro de guerra, fue uno de los principales responsables del Genocidio Armenio, el Genocidio Asirio y el Genocidio Griego; eso significa que es responsable de la muerte de más de 1.500.000 armenios, 300.000 asirios y 350.000 griegos.

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En agosto de 1922, mientras permitía a sus tropas celebrar la festividad del Kurban Bayramı (Eid al-Adha) cerca de Dushanbe, la brigada de caballería bashkir del Ejército Rojo, bajo el mando del armenio Hakob Melkumian, lanzó un ataque por sorpresa. Según algunas fuentes, Enver y unos 25 de sus hombres montaron en sus caballos y cargaron contra las tropas que se acercaban, cuando Enver fue asesinado por el fuego de una ametralladora. La leyenda dice que fue decapitado después de su muerte.

Joseph Stalin

José Stalin fue un revolucionario georgiano y político soviético que gobernó la Unión Soviética desde mediados de la década de 1920 hasta su muerte en 1953. Fue secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (1922-1952) y primer ministro de la Unión Soviética (1941-1953) durante la Segunda Guerra Mundial. Su sanguinario marxismo-leninismo provocó 799.455 ejecuciones documentadas en la Unión Soviética entre 1921 y 1953, la hambruna ucraniana de 1932-33 y la creación de los gulags. Su régimen fue responsable de nueve millones de muertes, de las cuales seis millones fueron asesinatos deliberados. Por otra parte, su Ejército Rojo desempeñó un papel fundamental (y a menudo olvidado) en la victoria de la Segunda Guerra Mundial, con 15 millones de soviéticos dando sus vidas para luchar contra el Eje.

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El 1 de marzo de 1953, sus guardias lo encontraron en el suelo, cubierto de orina y a duras penas vivo. Debido a que sufrió una hemorragia cerebral, mucha gente se pregunta si podría haber sido envenenado o no. En cualquier caso, tuvo una muerte lenta y dolorosa, sucumbiendo finalmente el 5 de marzo. Su cuerpo fue embalsamado y expuesto en la Casa de los Sindicatos de Moscú durante tres días. La afluencia del pueblo a darle el último adiós fue tal, que un aplastamiento provocó la muerte de un centenar de personas.

Adolf Hitler

Humillados, lamiéndose las heridas de la Primera Guerra Mundial y debiendo afrontar los sofocantes pagos de reparaciones, Hitler y su partido nazi llegaron al poder prometiendo “hacer grande a Alemania de nuevo” en la década de 1930. La adoración por la figura de Hitler lavó el cerebro de la nación, y los llevó a invadir Polonia y Francia en 1939, dando lugar a la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y la muerte de 85 millones de personas en todo el mundo. Nunca en la historia se ha asociado tanta muerte y destrucción al nombre de un hombre.

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En 1945, mientras las tropas británicas y estadounidenses se acercaban a su escondite desde el oeste y las tropas rusas desde el este, Hitler se quitó la vida con una pistola en su búnker. El cadáver del dictador fue identificado por los registros dentales. Su esposa de solamente un día, Eva Braun, se suicidó tomando cianuro.

Benito Mussolini

Tras intentar construir un imperio apoyándose en Hitler y la Alemania nazi, Benito Mussolini llevó a Italia a la Segunda Guerra Mundial por el lado equivocado de la historia. El inventor del fascismo tal y como lo conocemos hoy fue depuesto por su propio Gran Consejo Fascista en julio de 1943, tras la invasión aliada de Sicilia. Mussolini fue encarcelado en una prisión en la cima de una montaña, pero una unidad de las S.S. de primera línea lo liberó de su cautiverio en un audaz ataque en planeador, en septiembre de 1943. Mussolini fue reinstalado como dictador de la muy reducida República Social Italiana, ahora bajo dominio alemán.

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Para entonces, la guerra se había dado vuelta, el Eje estaba en jaque y el pueblo italiano había tenido suficiente del dictador. El 27 de abril de 1945, los partisanos lo capturaron a él y a su amante cuando huían de las fuerzas aliadas que se acercaban. Al día siguiente, fueron fusilados y sus cuerpos colgados boca abajo en ganchos para carne en una plaza en Milán.

Vidkun Quisling

Quisling fue un oficial militar noruego, político y colaborador nazi, que dirigió nominalmente el gobierno de Noruega durante la ocupación del país por el ejercito de Hitler. Aunque es casi imposible imaginar un gobierno noruego que no sea igualitario, lideró un movimiento autoritario de corte fascista en su país. Quisling era una figura política menor hasta que aprovechó su gran momento en 1940, cuando la Alemania nazi invadió Noruega en abril de ese mismo año.

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Quisling, vendió su independencia política y logró convertirse en dictador de Noruega, siendo apoyado por los nazis, mientras sus compatriotas seguían resistiendo la ocupación alemana hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Quisling fue arrestado por los partisanos noruegos en mayo de 1945, juzgado en agosto, condenado a muerte en septiembre (a pesar de los intentos de distanciarse de sus patrocinadores nazis y de alegar problemas de salud), y ejecutado por un pelotón de fusilamiento el 24 de octubre. Incluso hoy, en Noruega, su apellido es sinónimo de traidor, al igual que el nombre del revolucionario Benedict Arnold en Estados Unidos. Es importante recordar que los dictadores siempre tienen su merecido al final, y que su legado infame los acompañará para siempre.

Kōki Hirota

Kōki Hirota fue un diplomático y político japonés que ocupó el cargo de primer ministro de Japón de 1936 a 1937. Firmó un pacto con la Alemania nazi y la Italia fascista, pero solo ejerció durante un año como primer ministro a causa de que se peleó con su ministro de guerra. Tras la rendición de Japón, Hirota fue detenido como criminal de guerra de clase A y llevado ante el Tribunal Militar Internacional del Lejano Oriente. No ofreció ninguna defensa y fue declarado culpable de librar guerras de agresión, de violar el derecho internacional, de provocar un conflicto bélico contra la República de China y de no cumplir con su deber de evitar infracciones de las leyes de la guerra.

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Fue condenado a morir en la horca y ejecutado en la prisión de Sugamo. Pero su castigo sigue siendo controvertido hasta el día de hoy: se cree que la única razón por la que se lo condenó a muerte, fue el hecho de que tenía información sobre lo que ahora se conoce como la Masacre de Nanjing, y que supuestamente telegrafió a la embajada japonesa en Washington, D.C. al respecto.

Ion Antonescu

Ion Antonescu fue un militar y político autoritario rumano cuya postura política de extrema derecha y antisemita, a finales de la década de 1930, lo llevó a ser detenido por el rey Carol II. Sin embargo, ascendió de nuevo al poder, se autoproclamó Mariscal de Rumanía y presidió dos dictaduras sucesivas en como Primer Ministro y Conductor durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial. Hizo que Rumanía se aliara con la Alemania nazi y el Eje, y fue uno de los responsables del Holocausto. Sus políticas impuestas fueron responsables de la muerte de 400.000 personas, en su mayoría judíos de Besarabia, Ucrania y Rumanía, así como también gitanos.

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